miércoles, 17 de noviembre de 2010

Apócrifos


El término apócrifo (griego: απόκρυφος; latín: apócryphus; castellano: oculto) ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos, que no han sido incluidos en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita Septuaginta griega, así como tampoco de ninguna de las distintas Biblias usadas por distintos grupos de cristianos.

Diferencia entre apócrifos y deuterocanónicos.


 Con este antecedente, es justo enfatizar que existen controversias muy antiguas entre los diferentes grupos confesionales al seno de la tradición judeocristiana; dado que cada uno entre los principales grupos confesionales (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.—, católicos romanos, protestantes y otras tendencias) a través de los siglos, ha venido planteando algunas importantes diferencias con respecto del canon de los grupos restantes, y ha ido reservando el término de «apócrifos» para distintos grupos de textos y de escritos no inclusos en su propia versión del Canon bíblico, aunque estén en la de otro u otros.
Los representantes del protestantismo han llamado Apócrifos a los documentos Deuterocanónicos (véase), que son reivindicados como parte integrante del canon por distintas iglesias cristianas ortodoxas, cristianas orientales, y católica romana. Y usan el término Pseudoepígrafos, «escritos falsamente atribuidos», para hacer referencia al resto de los libros surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos; y que, sin embargo, no han sido aceptados por ninguno de los grupos ya antes mencionados.
El primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo de Estridón, en los escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al latín del texto bíblico, a fin de designar a algunos de los libros que hoy son conocidos como deuterocanónicos, que habían sido incluidos en la Biblia judía griega (canon alejandrino), llamadaBiblia septuaginta, o Biblia de los LXX, aun cuando no aparecen en el Tanaj judío hebreo-arameo (Canon Palestinense), que fue redefinido por judíos fariseos históricos y neotestamentarios, durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el 95 d. C., y luego utilizada por las comunidades judías de los siglos posteriores. Jerónimo ignoraba las grandes disensiones que esta aventurada decisión atraería con el tiempo entre las Cristiandades del Mundo Occidental.
Doce de estos libros: Tobit, Judit, el Resto de Ester, Baruc, la Epístola de Jeremías, la Historia de Susana, la Historia de Bel y el Dragón, el pasaje Daniel 3:24-90 (en el cuál se contiene la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes), Sabiduría, Eclesiástico, 1 Macabeos y 2 Macabeos, finalmente serían aceptados, por los distintos grupos históricos cristianos (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.—, y católicos romanos).
Otros de esos textos: el Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David (comúnmente llamado Salmo 151), el Capítulo 8 del Libro de las Odas (comúnmente llamado Oración de Manasés), 3 Esdras y 3 Macabeos, así como el Epílogo Griego del Libro de Job, los Epígrafes Griegos de varios de los Salmos de David, y el Epígrafe Griego del Capítulo 1 del Libro de las Lamentaciones, fueron recibidos como parte integrante del canon por todos esos grupos, excepto por la iglesia católica romana.
Todos estos escritos fueron ratificados por los escritos de muchos de los padres de la iglesia de oriente y occidente. Y, en el caso concreto de la iglesia latina, los doce documentos de la primera lista fueron legitimados por el Sínodo de Roma, en el año 380 d. C., y el Concilio de Hipona, en el año 393 d. C. A pesar de lo cual, el término «apócrifos» volvió a ser aplicado a esos doce textos por Martín Lutero, y otros reformadores protestantes del siglo XVI. A causa de lo cual, la iglesia occidental ratificó su legitimación durante los trabajos del Concilio de Trento, en el año de 1546.
Algunos otros libros, inclusos en las Biblias Septuaginta (griega) y Peshitta (siríaca), como 4 Esdras, 4 Macabeos, el Libro de las odas y el Libro de los salmos de Salomón, pueden ser leídos entre los apéndices de algunas importantes versiones y ediciones de la Biblia; como la Vulgata latina de Jerónimo, la Biblia eslavónica de Ostrog, la Biblia sinodal rusa, la Biblia del oso de Reina (1569), la Biblia del cántaro de Valera (1602), la King James version (1611), la Revised standard version y laNew revised standard version.
Otros libros fueron vistos como textos sagrados e inspirados por comunidades judías marginadas, padres de la iglesia, y grupos de cristianos, siendo rechazados como apócrifos más tarde, o más allá de los contextos en los cuales ellos fueron acogidos:
·         La Peshitta siríaca, la Biblia «oficial» de todas las iglesias Siríacas Nestorianas (las Iglesias de Siria, Asiria, Caldea, el Asia Central, Armenia, el Turquestán, China y la India, de entre cuyas filas se separó Mahoma, y, en cuyo seguimiento, a su vez, el Islam musulmán), incluye en su Libro de los Salmos, además del Salmo 151, los Salmos numerados 152, 153, 154 y 155, y la versión siríaca a la Apocalipsis de Baruc.
·         Los Beta Israel, antiguos habitantes de Etiopía, tenían como libros sagrados, además del Sirácida, el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos.
·         Y la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Etiopía incluye en su Biblia formas largas etíopes de los libros de Enoc, los Jubileos, el Resto de palabras de Baruc, 1 Macabeos, 2 Macabeos y 3 Macabeos.
Estos documentos fueron rechazados por los fariseos de los siglos I y II, así como también por los judíos actuales, y grupos protestantes y paraprotestantes de múltiples tendencias; pero conservados por los israelitas, y por los judíos de la dispersión, y por los cristianismos tempranos e históricos. Los judíos actuales, y los protestantes, han llamado «apócrifos», de manera sistemática, todos los escritos deuterocanónicos, excluyéndolos de sus propias versiones de la Biblia. Sin embargo, algunas de las Biblias protestantes más importantes los han incluido. Se cita como ejemplos la Biblia de Lutero, la King James Version, la Revised Standard Version y la New Revised Standard Version.
Casiodoro de Reina decidió incluirlos como parte integral del Antiguo testamento en la Biblia del oso, la primera edición de la Reina-Valera, en el año de 1569. Y Cipriano de Valera, su primer revisor y corrector de estilo, optó por reunirlos aparte, como un tercer grupo de textos intertestamentarios, entre el Antiguo y el Nuevo testamento, en la Biblia del Cántaro, de 1602. Sin embargo, a causa de confrontaciones de tipo ideológico, fueron suprimidos en 1860 por Lorenzo Lucena Pedrosa. Pero en 2009 ha sido publicada en España la Biblia del Siglo de Oro que es una edición actualizada del texto de Reina y Valera, con restitución de nueve de sus doceDeuterocanónicos.

Apócrifos del Nuevo testamento


El término apócrifos, lejos de referirse a las consabidas acepciones adversas negativas que tienen, es una expresión que reviste otro carácter: se trata de textos cuyo acceso fue oculto, vedado, denegado, ante las grandes masas de cristianos católico-ortodoxos, escritos revestidos en una aureola de magia y misticismo.

Se trata de otras palabras y enseñanzas de Jesús que supuestamente fueron difundidas por siete de los doce discípulos de Cristo, de acuerdo con los textos del Nuevo testamento. (En este sólo han sido compilados documentos escritos por cinco de esos doce. Y ellos son, a saber: Mateo, Juan, Santiago, Pedro y Judas el Tadeo. Se trata de escritos que alegan ser las enseñanzas ocultas de los restantes apóstoles y cuyo contenido no respalda muchas de las ideas mesiánicas comúnmente aceptadas por grupos de cristianos, y que fueron documentos tenidos en gran estimación, e incluso revestidos de carácter sagrado por los cristianos gnósticos de los primeros siglos de la era cristiana. Se trata de enseñanzas referentes a una forma distinta de lograr acceder a la vida del mundo perdurable; no como un don gratuito, por bienaventuranza, sino como un estado conquistado de una transcendencia metafísica basada en la renuncia cotidiana al mundo y los placeres de la carne.
Los apócrifos del Nuevo Testamento incluyen varios evangelios y vidas de los apóstoles. Algunos de ellos fueron escritos evidentemente por autores gnósticos o miembros de otros grupos posteriormente definidos como herejes. Muchos de estos textos fueron descubiertos durante los siglos XIX y XX, generando una intensa oleada de especulaciones en torno a su importancia en los inicios del cristianismo entre los eruditos religiosos.
Si bien los protestantes, católicos y, en general, los ortodoxos están de acuerdo acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo testamento, la Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas. A su vez otras iglesias como la Copta, tenían en sus pasajes escritos que describían la niñez de Jesús.
Lutero consideraba apócrifa a la epístola de Santiago, dudando y cuestionando su autoría a manos de cualquiera de los dos apóstoles llamados por el nombre de Santiago. También porque la epístola contiene una declaración que contradice aparentemente las enseñanzas de Lutero de la salvación sólo por la fe: la «fe sin obras está muerta» (2:26). Lutero, en su propia edición de la Biblia, degradó y relegó al nivel de unos simples apéndices la Epístola de Santiago y otros tres documentos, a saber: la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Judas, y el libro de Apocalipsis. Posteriormente se incluyeron estos libros con el canon protestante en su Nuevo Testamento, pero los colocaron luego de esos libros. Por lo tanto, los libros del Nuevo Testamento luterano (al menos en alemán) están ordenados en forma diferente a otras Biblias protestantes.
Un libro apócrifo del Nuevo testamento bien conocido es el Evangelio de Tomás, el único texto completo que fue encontrado en la ciudad egipcia de Nag Hammadi en 1945. Otro evangelio propio de las corrientes gnósticas dentro del cristianismo de los primeros siglos, atribuido a Judas de Carioth, el Evangelio de Judas, generó expectativa entre los seguidores de estudios y cuestiones del judeocristianismo cuando fue rescatado, reconstruido y presentado en el año 2006, en esfuerzo conjunto de Maecenas Foundation y National Geographic Society.
Han ejercido y ejercen un enorme influjo en la piedad e iconografía cristianas. Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos, se cuentan los nombres de los padres de María, (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación de la Virgen niña en el templo, el número y los nombres de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), y la presencia de un asno y un buey en el pesebre donde María dio a luz. Allí también se encuentran los nombres y las historias del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas); la historia de Verónica (recogida inclusive en la devoción piadosa del Via Crucis, de tradición católica); el nombre de Longinos, el centurión que atravesó el costado de Jesús en la cruz; o la primera sugerencia explícita de la virginidad perpetua de María, que se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. La fuerte presencia de esas tradiciones en la liturgia lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos ha sido incluido entre los Evangelios canónicos.
Entre los textos apócrifos se cuentan numerosos Evangelios; entre ellos hay los que llevan nombres de personajes famosos de la iglesia primitiva a los que se atribuyen estos escritos, como el Evangelio de Tomás del cual se encontraron antiguas copias en copto, manuscritas por una comunidad de cristianos gnósticos; otros fueron titulados por el supuesto contenido de la obra (Evangelio de la Verdad), por su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto) o por el grupo al que estuvieron destinados (Evangelio de los Hebreos, de los Griegos, etc.)
En el siglo XIX comenzaron a hacerse unos estudios a fondo sobre estos textos. Se encontraron escritos «apócrifos» desde el año 300 a. C. hasta el Nuevo testamento, que proporcionaron a los investigadores una gran riqueza como fuentes históricas, así como, también, posturas divergentes sobre temas como inmortalidad, resurrección, etc., y la creencia en ellos a través de los siglos, desde un punto de vista siempre escatológico.



No hay comentarios:

Publicar un comentario